Los cambios repentinos de temperatura en el aire no solo nos ayudan a coger un resfriado, también pueden agrietar e incluso romper el parabrisas del coche.
Cuando llega el invierno, tendemos a prestar más atención a la nieve y el hielo. Pero, ¿qué pasa con toda la sal de la carretera que va a nuestro coche?